MERRILY MERRILY MERRILY
Cuando era chica, en la quinta había unos sapos enormes, gigantes, que sólo salían a la noche.
En verano comíamos en el quincho. Papá hacía asado y yo me sentaba ahí un rato a esperar a que salieran los sapos de las cuevitas (que más de una vez inundé, deseando que emergieran).
"ahí va Roberto", y lo seguía a ver qué onda.
Si era demasiado, onda demadiado grande, sólo lo miraba y le caminaba atrás.
Pero había unos medianitos, así, ponele.
También había unas muñequitas que se compraban en Uruguay que se llamaban Pancitas.
Eran gorditas, con pelo y unos vestiditos.
Les podías comprar una cuna, un cochecito, esas cosas.
Yo tenía. Pancitas y accesorios.
Inés también tenía.
Bueno, esos medianos que yo sí me animaba a agarrar, son los que gozaban del privilegio de ser vestidos por mí con los vestidos de las Pancitas, y acostados en sus cunas.
Tipo, imaginate la cara del sapo.
Batracio anuro, claramente, no combina con "vestidito liberty".
Y así, cambiado y acostado, lo llevaba a pasear.
Pobre bicho.
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