Friday, April 08, 2011

OBJETANDO

En el verano antes de cumplir 10, me llevaron de viaje.
Recuerdo del tractor del campo de Marino, y sus vacas y la leche, y las galletas María.
Recuerdo Trevías, y caminar al colegio de A. Sola. Cruzar un puente enorme, que pasaba sobre un río (un río?). Y sus compañeros que me miraban y yo quería desmaterializarme.
Me acuerdo de no saber si Vietnam era un país o qué.
Y de perderme en la calle. En una calle en la que todos iban siempre por la derecha. Y que hubiera mucha gente. Y no ver a mi mamá y controlar el pánico a la perfección. No sé, cuando sos un niño medio que no mirás por dónde vas. Basta con no perder de vista los zapatos de tu madre, no?
Bueno, esa vez eran demasiados zapatos. Y yo me los confundí y cuando alcé la vista para decir algo, me di cuenta de que esa debía de ser la madre de otro.
Yo tenía un muñeco (siempre tenía un muñeco, siempre. No el mismo, eh? No. Alguno.) que cuando le sacabas el chupete, lloraba.
Bueno, bien, sabiamente, y haciendo honor a la lateralidad, decidí que esa podía ser una buena señal de humo.
Y sí, claro que sí, allí aparecieron mis padres, con cara de enajenados y claramente más viejos, y me rescataron del anonimato.
Después, en otra ciudad, nos quedamos en lo que hoy creo, era un hostel.
Para Reyes me habían regalado un perro de juguete(ojalá me acordara de su nombre) y yo, como al bebé aquel del chupete, lo llevaba a todos lados.
Me gustaba ir a desayunar sola al café (mamá y papá y mi hermano quería desayunar en el cuarto SIEMPRE). Me sentaba en una mesa, creyéndome, no sé, mil, diez mil, un millón de millones, y dejaba al perro en el piso, atado a la pata de una silla.
Y desayunaba.
Me acuerdo de ir por la calle, volviendo a los hoteles, después de un día entero de caminata y museos y cafecitos inexplicables de mis padres, anywhere (ahora los entiendo, claro) y decirle a mi muñeco de turno, así, bajito "no te preocupes, ya llegamos y te acostás".

Siempre descontextualizados mis recuerdos. Siempre pequeños.
La imagen es siempre yo y un poquito a mi alrededor, pero nunca suficiente como para armar la historia. No, la nitidez es solo en un radio minúsculo.
Y sí, qué contexto puedo tener si no hay una decisión implicada. Si la elección fue siempre ajena. Te ponen, te traen, te dan y te sacan.
La casa es de otro.
Y la ropa que te compran.
El auto y hasta la mochila del colegio.

Todo es de los otros, menos tu muñeco.