Wednesday, February 13, 2008

NATALIA NATALIA

Hay una en mi oficina que es altísima y enorme.
Tiene una espalda así tipo de nadador olímpico y unos brazotes tremendos.
Además, pobre, usa unos anteojos gordísimos y que como tranpira mucho, se le deslizan por la nariz hasta medio acogotarle la punta. Sentiende? así, como que le aprietan la punta de la nariz.
Siempre te dan ganas de acomodárselos, como cuando le ves una basurita en el sweater a alguien. O una lagaña, que te pica el ojo a vos. Bueno, a mí, los anteojos de esta cristiana me dan calor, asfixia o algo.
Yo no tengo idea de cuándo entró a laburar. Un día estaba ahí y la gente ya la conocía. Quizá yo había faltado o algo.
Fue cuando estaba embarazada de Lorenzo, que de hecho, fue más el tiempo que estuve en casa que el que fui a la oficina.
Además, la mina tenía 21.

El asunto es que un día, en el ascensor, me pregunta que dónde yo me hacía las ecografías, que el Otamendi no sé qué, que Margulles blah blah blah.
Si hay algo que no tolero es que me anden petulando con el hospital en el que van a parir, como si fuera, no sé, que se lo ganaron, que se lo merecen o lo que sea que les pasa por la cabeza.
Parece que ahora también canchereás con quién te hace una ecografía.
Bueno, me manda lo de "Margulles" (que a mí me sonaba a "buceo" en portugués) y le digo mirá no sé de qué me hablás.

A la tarde me dicen que se llama Inga.
Qué cómico. Qué bien le calza el nombre. Imaginate! como una leñadora de los Alpes. No sé, me comí un viaje con que era el mejor nombre para semejante Jeti.

De ahí en más, de vez en cuando me la cruzaba en el baño y yo "qué tal, Inga? cómo va ese embarazo". Otra cosa que odio es el asunto de las semanas. "estoy de 33 semanas." Ah, mirá. O los meses de los niños: qué edad tiene? "19 meses". Morite.
19 meses se dice "un año y medio".

Tiempo después, me entero de que se llama Silvina. Inga era por ingarchable.
Imaginate.

Como al dueño de la bodega esa que yo creí que se llamaba "vinasi" en serio.