Tuesday, July 25, 2006

CHICKEN

Me pone incómoda hablar del embarazo. No sé, no me gusta que me pregunten todo el tiempo, que estén pendientes.
Es como el estadío más privado que sentí alguna vez.
Así que va así, de una, de choclo, de un tirón, así ya está.

Una cosa es comprarte un evatest deseando un resultado positivo. Hacer pis en el tarrito y meter el stick cerrando los ojos, repitiendo mentalmente porfavorporfavorquesíquesíquesí.
Una cosa es sentir que los 5 minutos de espera son casi 3 horas, que si no mirás, se pasa más rápido, que si te fumás un pucho estás siendo un touch contradictoria, que ir a ver el pollo que pusiste al horno un rato antes no te va a engañar.
Una cosa es volver al baño, temblando un poco, deseando y casi vociferando quesíquesíquesí.
Y otra es llegar, dar vuelta el asunto, y ver dos rayitas. La del que está bien hecho, y la del que estás bien embarazada.

Y agarraste el palito más rayado del mundo y le preguntaste a tu chico si él ve la de abajo. Y te dice que sí, que la ve. Que está ahí.
Entonces te sentás en el bidet y no deberías ponele, abrazarte con el padre de la criatura? No deberías, no sé, pegar grititos? No sé, algo?
Pero está Martina a metros de la puerta del baño y hay que disimular un poco.
Y salimos, con cara de cocker. Así, como quien no acaba de enterarse de que será padre en breve.
Y vas al horno.
Y ahí está el pollo.
Que no se inmutó.
Que cómo puede ser, siga cociéndose como si nada.
Igual que antes.
El mismo pollo que pusiste a asar, cuando tenías una sola hija.