Tuesday, October 04, 2005

NUEVA SECCIÓN: SUCESOS POLICIALES

Hoy: El trágico caso Bettina

Hace tres años, cuando empecé a trabajar hasta bastante más tarde de lo que lo venía haciendo, decidí que era buen momento para contratar una nana que se ocupara de la Burli hasta mi retorno al hogar.
Fuí a prestigiosísima agencia dedicada a tales fines. Algo así como: Babysittertime, que te ofrecía una amplísima gama de "señoritas" con las más diversas cualidades: bilingües en inglés, alemán, francés y japonés. Maestras jardineras, psicopedagogas, egresadas de magisterio. Todas con amplios conocimientos y entrenamiento en primeros auxilios y esas cosas.

- Mire, yo nocesito una chica, que esté en sus cabales, que sepa por ejemplo, prender el gas o meter una taza de leche en el microondas, que pueda ayudar a mi preciosa hija a hacer sus deberes. No tiene ni que bañarla, ni que cocinar, ni que hablarle en lenguas foráneas, nada de eso. Le prepara el té, juega un rato. Y ahí ya llego yo.

La primera fue Mariana. Un amor de persona. La maestra jardinera más maestra jardinera que yo haya conocido. Digamos, no me habría caído nada bien si la hubiera cruzado en otro contexto, pero era ideal para el propósito. Un poco blandengue quizá. Recuerdo patente un día en el que llegué a casa y estaban las dos afuera. La Burli con una pelota y Mariana con los brazos formando un aro. Estaba(n) jugando al basquet. Me parecio un poco mucho.
Igual duró poco. Consiguió un trabajo de todo el día. Y bueno, nada. Allá fue.

La segunda fue Natalia, docente, estudiante de psicopedagogía, casualmente vecina, un amor. Incluso, el día que decidió abandonarnos, dada su aceptación a otra propuesta laboral más rentable, nos dejó con un moño a su madre, supuesta EXPERTA en el cuidado de criaturas: BETTINA.

Bettina es una especie de pelotita con muchos rulos cortos, lentes gruesos y una voz de pito insoportable.
La tomé. Primero solo como nana, luego también empezó a hacerse cargo de la limpieza de la casa.

Los sucesos confusos comenzaron este verano, cuando descubrimos que había abierto (sin ningún permiso), una botella de vino rosado.

J: -Loli, vos abriste este vino?
L: -De ninguna manera. Estoy 100% segura.
J: -Yo no pude haber sido. No sólo porque no recuerdo haberlo hecho sino porque JAMÁS abriría un vino para tomar tan poco.

Faltaba solo una copa, ponele. Bueno, fue Betina then.
Se lo dejo pasar. Estábamos de vacaciones (ella venía igual a limpiar a casa). No estaba Martina. Bueno, qué se yo. La mataría, pero nada. Hagamos como si nada.
Durante el lapso de dos meses, la alimaña vació la botella y la tiró.

Hace no mucho tiempo hice bifes a la criolla. Hice como para 44 personas, para que sobrara. En efecto, luego de comer como cerdos durante la cena, había sobrado como para tres cenas más.
Lo dejé en la cacerola para frizarlo al otro día. Pero vana fue mi intención, Bettina se cargó los bifes, lavó la cacerola y la guardó.

Un mes atrás, dejé en la heladera, envuelta en film, una pechuga de pollo al curry que había cocinado para preparar unos tacos en las casa de B. con su marido, Juan y los vástagos.
Tacos?! De ninguna manera. El ser que nos convoca en esta oportunidad se había cargado la pechuga también (para luego haber explicado que se la había dado a las gatas porque le parecía que este alimento balanceado no les gustaba tanto como el anterior)

Hace dos semanas, entrando a casa, me la cruzo yéndose (J ya había llegado y ella se disponía a huir lo antes posible).

B: -Mañana me va a ser imposible venir. Hay una comisión barrial de yadda yadda yadda
L: -No hay problema.

Al otro día llegamos a casa y encontramos un sobre deslizado por debajo de la puerta. Dentro del mismo una nota que rezaba:


Dolores:
En lo sucesivo, no voy a poder concurrir a tu casa. Un abrazo. Bettina


J: -No viene más. Nunca más.
L: -Naaaah, mirá si va a renunciar así como así.
J: -No viene más. Nunca más.


Qué perceptivo este J